domingo, 17 de agosto de 2014

El secreto de Babel (de los fragmentos del Manual) por F.A.

El secreto de Babel (de los fragmentos del Manual)
A lo largo de su historia la Humanidad ha cometido diferentes “pecados” o transgresiones contra el mandato divino, casi todos tentados por hacerse la vida más fácil o placentera. Pero alguno de ellos, muy significativos, para “ser como los dioses”. Necesidad de parecerse al padre, quizás.
Quizás si le hubiera sido enseñado un camino más o menos entretenido, razonablemente corto y sobre todo verosímil, bueno. Pero o es arduo y àspero (per aspera ad astra: por las piedras hasta las estrellas) o resulta que involucra ser casto o implica tener fé sin pruebas sólidas y palpables y otras veces todo esto junto.
En fin, el caso es que el pobre Icaro trató a su manera de llegar al sol y recibió un castigo espantoso. Y así sin escarmentar. La buena memoria no es característica precisamente humana, sí de los elefantes.
Pues hete aquí que en una época donde la comunicación telepática era tan natural que la lengua y sus sonidos se utilizaban pero no para hablar, un grupo de hombres se agrupó por la convocatoria de un tal Giuseppe Israel Grunding que volvía de un largo viaje por Oriente recabando fórmulas misteriosas para el desarrollo espiritual. Era esa época propicia para desenterrar secretos del pasado –sobre todo del oscuto oriente- que se comparaban y mezclaban con los descubrimientos no menos milagrosos de la “ciencia occidental” y la “filosofía positiva”.
Luego de convencer con astutos argumentos y habilidosas demostraciones que poseía el conocimiento para acceder al cielo donde habitaban los dioses, y tras largos meses y años de trabajo intenso, los resultados eran notables.
Desarrollando cada individuo sus propios talentos que se diferenciaban de las de los demás tanto en calidad como en intensidad se iba conformando una pirámide de capacidades, con Giuseppe en la cúspide y los demás ubicándose naturalmente en forma complementaria hasta una base que los sostenía.
Recuérdese que a diferencia de nuestra pobre época presente la comunicación era fluidamente telepática, lo que casi eliminaba los esfuerzos por mentir y las inútiles competencias entre los individuos, los que conformaban un grupo de manera tal que cada puesto se adecuaba a los otros y ser un grupo funcional se daba de manera elástica, suave y transparente.
A medida que pasaba el tiempo se incorporaban más y más personas y la pirámide crecía y crecía y su cúspide se elevaba al cielo hasta perderse entre las nubes. Nada hacía temer el triunfo de la empresa. Giuseppe había fallecido y había sido sucedido por un discípulo de su total confianza.
Pero claro que mientras esto ocurría el corazón de la pirámide y de sus miembros se transformaba también y en ellos los componentes de conocimiento, comprensión y de ambición se entremezclaban en combinaciones hasta entonces desconocidas, que lejos de aceptar los mandatos divinos a medida que se acercaban a su meta (o al menos ellos creían que se acercaban) y permitir ser inundados por una Voluntad Superior, se creían en capacidad para tomar el futuro en sus manos y se sentían en propiedad de una voluntad propia capaz de retar a los dioses. Nos resulta imposible reproducir con total claridad lo que allì pasó pero el caso es que si bien algunos de los hombres parecían haber adquirido una claridad luminosa y en su rostro parecía reflejarse el cielo, en otros sus máscaras perecían los de fieras mal maquilladas.
Sin embargo la pirámide crecía y crecía. Hasta que uno de los que estaba convencido de tener mayor capacidad de lo que le otorgaba su lugar en la escala y creía ser merecedor de un lugar más alto, tratando de no pensar en ello para no ser descubierto, tanto trató de cerrarse y no comunicarse con los demás que interrumpió la fuídez de la cadena de mensajes. La mentira había ido creciendo más aún que la altura de la pirámide. El efecto fue contagiándose rápidamente hasta que cundió el pánico.
Porque Giuseppe y sus sucesores eran muy claros: “no se puede robar el fuego divino, este es un camino verdadero, sin frijoles mágicos, de acuerdo a leyes universales y para servir a Nuestro Padre Celestial, las trampas no tiene sentido”.
Pero bueno, si no aplicáramos la ley del menor esfuerzo no seríamos humanos. El derrumbe fue estrepitoso, pero sólo para aquellos que aún estaban conectados telepáticamente. El resto, la mayoría, sólo tuvo que correr en diferentes direcciones y en poco tiempo hasta olvidó porqué corría. Eso sí, para poder relacionarse con otros cada uno iba tratando de inventar un lenguaje entre gestual y gutural, que de a poco, al dejar de correr y quedarse cerca de otros, se transformó en un dialecto.
Y así nacieron las lenguas entre los hombres, cada vez más desunidos y enfrentados entre ellos, sin la posibilidad de entenderse con sólo mirarse. ¿Qué pasó con aquellos que habían seguido cultivando también su naturaleza espiritual? Eso es otra historia.
Francisco, 30 de Noviembre del 2013
PD- desde entonces, los que siguen las enseñanzas de G. I. G. no pueden leerse la mente ni el corazón unos a otros (algunos sí pueden pero lo disimulan) de manera que la mentira es voluntaria, lo que hace más difícil y artesanal el Trabajo, pero mucho más divertido también.

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