domingo, 3 de marzo de 2013

En esos pequenos momentos de libertad, que parecen un punto de luz en el vacío, todo lo que puedo pensar es que eso de conocerce a sí mismo es un proceso de hacer las paces con uno mismo, reconocer lo simple que soy, que no hay explicaciones complejas, que no tengo que recurrir a la genética, ni a trumas de la infancia, nada puedo hacer para cambiar eso, soy lo que se formó en mí, y la única opción es dejar de apelar a la obsesión y a la locura, o la justificación, mucho menos a la negación. Cuando reconozco que todo eso que soy es todo eso que odio, sí, es el odio, que viene de la no aceptación de lo que pasa, la ira. Y que la forma en que soy con los otros es la forma en como me trato a mí mismo (si lo asfixio es porque me estoy asfixiando, si los rechazo es porque me estoy rechazando, si los juzgo sin piedad y los mando al cadalso, imagino lo que hago conmigo!) Y cuando alguien tiene un gesto de compasión me pongo a su merced como un perro, a que me de las sobras o un poco de ese algo que no tengo. Y todavía no aprendo. Cuando reconozco todo eso me pregunto pero por qué ser tan cruel, será orgullo, será vanidad? Por qué es tan difícil de ver? Aceptar que no soy para ser. Muchos se quedan ahí.

Y que lo que soy, lo que realmente soy, nunca se va, y nunca va a cambiar, es lo que no soy lo que no se puede mantener y lo que más cuesta. Que donde está mi corazón es donde mi cuerpo reacciona, donde mi mente se activa de verdad. Qué prisión tan absurda, no hay barrotes y sin embargo estoy ahí inmóvil y esperando a que me abran la puerta. Y eso no va a pasar, lo único que pasa es el tiempo, que para mí no es infinito. Y entonces imagino, para inyectar placer y engañarme creyendo que todo está bien. Imagino que vivo, como en Matrix, pero no siento nada, esa es la muerte en vida, imagino que hago, cuando la verdad no puedo mover ni un dedo, soy como una ostra atrapada en la roca, a merced de la marea, del sol y de la sal. 


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