miércoles, 28 de mayo de 2014

Un hombre llamado Piedra

Qué repulsivo me resulta un hombre débil que se refugia en las mujeres  para sentirse fuerte, qué repulsivas me resultan las mujeres que se entregan a una figura así.
Cuando entré en la sala, la simple sala de celebración, donde nadie tenía peso ninguno, el idiota quedó paralizado, el cobarde que es, es lo único que hay, el putón confundido y solapado, botando chorros de energía sexual desestabilizante.
En ese momento es donde debería ser lo que pretende, pero no tiene coraje.
Cuando él entra en la sala, en aquel lugar sagrado, el miserable sólo puede resistirlo poniendose su disfraz falso, su imágen, la que tiene que cuidar, la persona más cálida del mundo, más abierta y compresiva.
Es mentira.
Y entra con la frente en alto, como flotando entre sus mujeres, esas idiotas que le sostienen la miseria. Entra tocando, agarrando, coqueteando, y me mira como si quisera decirme que él ha ganado, su imágen está intacta y eso lo llena, y como diciendo que soy yo quien ha perdido acceso a su gran corazón y camaradería.
Me da tristeza.
Pero él ahí tiene su pago.
Un lobo feroz que ama a sus caperucitas, caperucitas que al fin y al cabo jamás pasaran de ser un rico plato a la hora de la cena.
Qué miseria, que absurda miseria.
Y el vanidoso se sienta entonces en frente de unas almas que necesitan ayuda y no un payaso egoista que comienza un show.
No le importa la inocencia, es una bestia de piel dura y con verrugas, que se revuelca en lo más bello que tienen los otros para ver si le entra algo de eso.
Cuando no lo consigue, o cuando está cansado, se pone su disfraz más leve de pobre anciano, o se refugia en los juegos con sus nietas.
En mi, alguien dice que una persona de esas bien podría morir como un perro.
Pero ahí me entra una compasión.
Ningún perro en el mundo merece ser comparado con hombres falsos.
Hombres falsos con fuerza: Hasnamuses.
Y quién nos salva de esos canallas?


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